lunes, 31 de agosto de 2015

Las caras del héroe - (Comentario a Osvaldo Bossi)


Las caras del héroe

                                                                                    Sobre la poética de Osvaldo Bossi.    


Venid, oh, Ditirambos,
Penetrad mi vientre masculino.[1]

Osvaldo Bossi irrumpe en los ochenta, según Diana Bellessi, “como un relámpago en el mundo de la escritura”[2]. El relámpago es un fenómeno resplandeciente, pergeñado a partir del choque de nubes cargadas de electricidad. Aunque a veces mortal, cierta alegoría religiosa le otorga un carácter admonitorio: prevenir el miedo que trae el estrépito del trueno.
La poesía de Osvaldo Bossi –su narrativa también es poética– puede ser leída como una vasta advertencia: no te pierdas en torcidas entelequias ni creas que de ese modo es posible decir algo importante.
La voz poética de Bossi se coloca en un lugar de sencillez que desmitifica el rol pretencioso del lenguaje poético y el afán explicativo y racional de la palabra. Asume que si la poesía tiene un sentido, ese sentido no es decir sino mostrar, ya que la imagen nítida y clara –lejos de perderse en ripiosos caminos– apela a fibras emocionales.
Protegido por el tránsito de las máscaras (el Coyote, Hamlet, incluso el pequeño Os), el poeta aborda dos grandes temas: la infancia, por un lado, narrada desde una mirada que conserva el encantamiento infantil por las cosas del mundo y que pretende, en palabras del propio autor, ser una liberación para aquel chico; y el episodio amoroso, por otro lado, construido con la absoluta consciencia del abismo –misterioso e inalcanzable– que siempre es el otro.
Las máscaras del poeta son como la cara del héroe mitológico que, mito a mito, se altera y se transforma, a partir de  nuevos rasgos y nuevos nombres pero que siempre es la misma. Cuanto más pretende alejarse de ese rostro primordial, más se acerca. Así, todas las casas construidas por el yo poético de Bossi, son su casa; todos los muchachos amados por Bossi, son un muchacho, y si no lo son, no importa, a fin de cuentas es “tonta poesía nada más: poesía / como todo, o casi todo, deseo de amor”.[3]
 Lejos de presentar una mirada desgarradora, el autor propone una perspectiva serena, como si educara a sus muchachos para no tomarse tan enserio lo que sucede en el poema ni perder la cordura. Como si les preguntara: si no fuera posible despegarse del dolor, ¿qué sentido tendría la poesía?
Puede decirse de Bossi lo que William Carlos Williams dijo de Ginsberg: “Los poetas están malditos pero no están ciegos, ellos ven con los ojos de los ángeles”,[4] y puedo aventurar que, si los ángeles existieran y si les fuera dado ver, su mirada sería sabia y calma, alejada de los atolondramientos del desgarro.
Así, en “Despedida”[5]:
“Estoy armando mi bolso
             ahora mismo, y ninguna lágrima
      me hará mirar con nostalgia
las cosas que dejo atrás”

Y así, en “Aviso a los navegantes”[6]:

                 Que en nombre del amor no te calme
     ni me perdone ni te justifique.
                             Que llegada la hora del descanso, descanse.
                                           No me ataree en la secreta construcción de un puente
                                                       pavoroso o magnífico”


El yo poético que recorre sus poemas acepta la encerrona que propone el deseo de amor y la imposibilidad de alcanzar, realmente, al objeto de ese deseo. Como todo verdadero misterio, es capaz de apasionarnos. En esa búsqueda se mueve el autor y los personajes de sus textos no son más que actores temporales de ese deseo que, aunque parece concretarse con cada uno, en verdad nunca culmina. Pero, a diferencia de Lorca y su impactante “yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa”[7], Bossi siempre es él y siempre está en su casa: aunque se pierda corriendo al Correcaminos, aunque se revuelva en la herida de Fortinbrás o adorando a Cristian, aunque su casa sea de cartón o sea de viento, siempre sus obras serán su casa y, como un buen “albañil solitario y silencioso”[8] se reiría ante Dios al mostrarle su libro.

En Yo soy aquel, Bossi se propone la máscara más cercana al propio rostro: la del pequeño Os. Y opta, para ello, por la prosa. Con valentía, nos muestra un viaje hacia la infancia que permanentemente oscila entre un realismo fresco y las constantes intromisiones de lo fantástico, visto a través de la lente de sus lentes, como si pudiera fotografiar el detalle del movimiento. Como dije antes, la narrativa de Bossi es poética; del mismo modo que su poesía es narrativa. Así, en ese entrecruzamiento de géneros, se encuentran la fuerza más arrasadora de su corriente y la posibilidad de llevar al extremo de la belleza su voluntad de decir. En palabras de Barthes, “Tal es por lo menos el lenguaje de los poetas modernos que van hasta el final de sus intenciones y asumen la Poesía no como un ejercicio espiritual, un estado de ánimo o una toma de posición, sino como el esplendor y la frescura de un lenguaje soñado”.[9] El entrecruzamiento se explicita, por caso, en el comienzo del texto: “La luna, desde la ventana, me mira y me sonríe. ¿Es importante eso? La miro y le digo que no. Creo que no, le digo. Luego pasa un mosquito, zumbando. Chau, nos vemos otro día, me dice, de refilón y a las apuradas. Acá no se puede respirar… Y me señala el humo de los espirales que están apoyados, haciendo equilibrio, cada uno sobre el pico de una botella”.[10]

Esa mirada infantil, de empatía y cercanía con lo circundante (la luna o un mosquito) también está en El muchacho de los helados y otros poemas y, aunque adulta, en Adoro y en Chicos Malos.
Así, en “Mi amigo Raulito, (poema VIII)”:
                                                      “Llevé mi lupa, parecida
                                            a un tesoro flagrante, hasta el campito de la esquina,
                                   porque quería estudiar –le dije, muy seriamente
                                                       la nervadura de las hojas
                      y el previsible y sin embargo extenuante
           comportamiento de las hormigas”

Quizá, esa hermosa persistencia de la infancia y de la juventud está condensada en el epígrafe de Sandro Penna que Bossi elige para El muchacho de los helados y otros poemas: “Tú morirás niño y yo también. / Pero aún más bellos que tú otros muchachos / dormirán al sol, en medio de la playa / Y no seremos sino nosotros mismos todavía”[11].
En definitiva, el amor y el juego de los niños son dos cosas igual de serias y de tontas, y es allí, en esa dicotomía, donde Osvaldo Bossi afirma su voz poética y nos dice: aunque resulte dramático y doloroso, el amor no es más que un juego de niños.


                                                                                                     Facundo D'Onofrio



[1] EURÍPIDES, Las bacantes, citado por CAMPBELL, J., en El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito, (1949), Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2014.
[2] BELLESSI, D., en BOSSI, O., Ruego por el tornado. Tres, Sigamos enamoradas, Buenos Aires, 2006.
[3] BOSSI, O., “A Facundo no le gusta dormir”, Esto no puede seguir así en Chicos Malos y otros libros, Ed. Conejos, Bs. As., 2012.
[4] “Poets are damned but they are not blind, they see with the eyes of the angels”, WILLIAMS, C. W., “Howl for Carl Solomon, introduction by William Carlos Williams, en GINSBERG, A., Howl and other poems, City Lights books, San Francisco, 1959.
[5] BOSSI, O., “Despedida”, Esto no puede seguir así en Chicos malos y otros poemas, Ed. Conejos, Bs. As., 2012
[6] BOSSI, O., “Aviso a los navegantes”, Ruego por el tornado. Tres, Sigamos enamoradas, Bs. As., 2006.
[7] GARCÍA LORCA, F., “Romance sonámbulo”, Romancero gitano (1924 – 1927), en GARCÍA LORCA, F., Antología poética, dirección y selección de Ernesto Sábato, Losada, Bs. As., 1998.
[8] BOSSI, O., “A través de los años…” en Casa de viento, Antología personal, Ed. Nudista, Córdoba, 2001.
[9] BARTHES, R., “¿Existe una escritura poética?”, en El grado cero de la escritura y nuevos ensayos críticos, Siglo Veintiuno, 2da edición revisada y ampliada, Buenos Aires, 2011.
[10] BOSSI, O., Yo soy aquel, pág. 13, Ed. Nudista, Córdoba, 2014.
[11] PENNA, S., "Guardando un ragazzo dormire", Stranezze (1976): “Tu morirai fanciullo ed io ugualmente. / Ma più belli di te ragazzi ancora / Dormiranno nel sole in riva al mare. /Ma non saremo che noi stessi ancora.”

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