lunes, 31 de agosto de 2015

Un dibujo de Verónica - (Comentario a Verónica Pérez Arango)

Un dibujo de Verónica

                                                                     Sobre la poética de Verónica Pérez Arango.

“Velloncito de mi carne
que en mi entraña yo tejí
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí![1]

En la obra poética de Gabriela Mistral se observa una preocupación obsesiva por la maternidad, expresada a partir de imágenes –directas o indirectas– relativas a la fecundidad.[2] La poeta construye, en muchos de sus versos,  un dibujo de su imposibilidad, que hiende el ámbito de los elementos físicos –la leche, el agua, las entrañas– y el de las acrobacias simbólicas en torno a la concepción.
Este tipo de experiencias no siempre aparece en la poesía de un modo tan categórico y, en este caso –por razones lógicas–, sufriente. Diversamente, en Un dibujo del mundo, Verónica Pérez Arango traza un muestrario del universo cotidiano de una vida, atravesada por la vivencia de ser madre y la necesidad de ordenar la profusión de sensaciones que ello acarrea. El yo poético nombra, organiza, clasifica, detalla momentos con la pericia de un retrato realista y, a partir de un ritmo ininterrumpido, les da movimiento, luego los desarma a su manera: les da vida. La poesía es, entonces, su modo de ordenar el mundo, tal vez su única gramática.
En este sentido, la voz poética de Un dibujo del mundo contempla los sucesos con la misma delicada distancia; sean una evocación del verano, una enumeración de dichas o la sórdida pregunta tras el naufragio. La intensidad de los versos no está dada por la experiencia fresca –no es un desahogo–, sino una elaboración meditada de la realidad. Pérez Arango no narra enlodada en la alegría ni en la tristeza sino que –ajena a ansiedades– sale del lodo, se enjuaga los ojos y recién ahí toma su lápiz y dibuja lo sucedido. Con esa suerte, puede ordenarlo en un poema.
  Así:
   “Las fotos que saco desde que soy chica mienten
la luz y el color. Todos saben que los cuerpos
                                       pueden estar adentro o afuera del choque
                                       entre las cosas. Mis imágenes registran algo
                                      que se desvanece como mi cara
                                      a medida que cambia la intensidad del sol”

A diferencia de lo explicitado en Mistral, en Pérez Arango la maternidad no es una cuestión sufriente ni una obsesión temática. Muy al contrario, es simplemente un momento de reflexión que la convoca a darle un orden al mundo: sus poemas ilustran una pluralidad de acontecimientos pasados y presentes que no se circunscriben a esa etapa. Es decir, la maternidad no es un tema, es el cristal a través del que observa. La riqueza del libro se encuentra en su multiplicidad temática, que a la vez importa un universo de lecturas posibles, lo que lo erige como un ejemplo paradigmático de lo que concibe el lenguaje poético, tal como lo explica Julia Kristeva[3]. El lector halla, así, una diversidad de voces –intertextualidades, influencias– que puede recuperar y hacerse, finalmente, de su acabada y propia percepción del dibujo que la autora propone.
Así:
                                                    “Un letargo vive
 estos días el niño. Escondido
  bajo la frazada deja el cuerpo
quieto como si ya no viviera,
                                                    los párpados pesados
           no comunican los senderos del agua
            ni alimentan las imágenes que pasan
             velozmente como caballos desbocados
                                                   que vienen a salvarlo”

El yo poético, movido por la curiosidad, intenta ordenar el mundo pero no siempre lo logra, entonces pregunta.
Así:
                                                  “ ¿Quién es quién
en este juego alguien sabe
reconocerse propio y libre
                                                      al mismo tiempo?”

Juana Roggero sostiene (en el texto leído en la presentación de Un dibujo del mundo) que “quizás sea la curiosidad una manera de seguir haciendo pie”. Quizá la curiosidad –que siempre se da como interrogación– importa una búsqueda de explicaciones, que las encuentra en el quehacer poético. Lo sorprendente de la poesía de Verónica Pérez Arango es su carácter ambivalente: no se aleja de la afamada máxima que advierte que la poesía no debe explicar sino mostrar y, sin embargo, hace ambas cosas, pero a destinatarios distintos. Su poesía –plena de hallazgos sensoriales– es una variopinta muestra para el lector pero constituye, para el yo poético, toda una explicación del mundo.
Encuentro muy valioso que esa inmanencia explicativa no se manifieste con la misma intensidad en todos los poemas sino que responda a una suerte de cadencia, de matemática interna, que calcula en qué momento y lugar exactos la aparición de la pregunta no se vuelve un desliz sino un artificio; puesto que –como bien dice Barthes– el texto no es isótropo.[4]
Para observar el recorrido de la voz poética, es importante destacar que en el año 2009, la autora publica Camping[5]. Se observa, ya en este libro, la conexión de la poesía con la experiencia personal. En este caso, el disparador es la convivencia en un camping y todas sus implicancias: la cercanía absoluta con la intimidad más elemental de los cuerpos, las manifestaciones volátiles del clima, la fugacidad de las sensaciones ante la permanente necesidad de acción. Y siempre, la incertidumbre.
Así:
     “Acá no hay música
ni luz artificial.
 Hay fantasmas.”

 En definitiva, Verónica Pérez Arango entiende al lenguaje poético como una ardua excursión hacia la incertidumbre para retornar, a cuestas, con un puñado de certezas, como si no se resignara a aceptar que, como dice Alda Merini, “Hay guerras que nosotros no vemos. / Y no sentimos en el corazón.”[6]


                                                                                                     Facundo D'Onofrio





[1] MISTRAL, G., “Apegado a mí”, Canciones de cuna, en Antología, Ed. Zig-Zag, Santiago de Chile, 1953.
[2] Ver “Presencia de la maternidad en la poesía de Gabriela Mistral” de D’ANGELO, Giuseppe, Instituto Italiano di Cultura, Bogotá, en Thesaurus, Tomo XXII, núm. 2, 1967, disponible en Centro Virtual Cervantes (cvc.cervantes.es)
[3] Ver KRISTEVA, J., “Pour une sémiologie des paragrammes” en Tel Quel, nº 29, pág. 53 y sigs., París, 1967. (“Langage poétique comme infinité”).
[4] BARTHES, R., “Isótropo” en El placer del texto, Siglo XXI Editores, segunda edición argentina revisada, Buenos Aires, 2008.  Título original: Le plaisir du texte (1978)
[5] PÉREZ ARANGO, V., Camping, Ed. Vox, Bahía Blanca, 2009.
[6] MERINI, A., “Paz (II)”, Después de todo también tú, Vox, Bahía Blanca, 2007. Traducción de Delfina Muschietti. En el original: “Ci sono guerre che noi non vediamo. / E non sentiamo nel cuore.” 

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